sábado, 4 de diciembre de 2010

Bombón español

Tras una suculenta comida, a menudo pasamos directamente al café, sin tomar el postre. Nos hemos atiborrado con los primeros platos, y decimos que no nos queda sitio para nada más.

Esto suele ser un error, es mejor no saciarnos tan pronto y dejar un hueco para tartas, pasteles y otras golosinas; en pequeña cantidad, de acuerdo, pero con sabores exquisitos.

En ajedrez esta costumbre está muy extendida: al comienzo de nuestro aprendizaje compramos libros y aprendemos de memoria (cuando aún podemos) extensas variantes de apertura, líneas de rabiosa actualidad desarrolladas por equipos de analistas, etc.; pero el final de la partida es visto como algo aburrido y mecánico, echamos un vistazo a cuatro posiciones típicas y confiamos en nuestra fuerza para superar a nuestro rival en el medio juego.




Un error, inauguramos una sección: postres deliciosos, donde veremos que el final también está lleno de belleza, a veces de belleza matemática.

Comenzaremos con una partida jugada en Madrid, en 1.934, entre Ortueta y Sanz. Es muy conocida, pero no importa, se puede seguir disfrutando una y otra vez.

Como todas las genialidades está llena de mitos y sombras: que si fue un estudio preparado, que si fue copiada de otra partida un poco anterior, en algunos sitios aparece jugada en 1.933, incluso con la disposición de peones del ala de rey cambiados; se dice que Petrosian se dedicó al ajedrez tras quedarse maravillado ante ella; etc.

Desconozco lo que hay de verdad en lo anterior, incluso si hay alguna teoría definitiva, pero es tan bonita que casi da igual:





No hay comentarios: